Este discurso de lo femenino corresponde a la mujer que es musa e inspiración, se desenvuelve en su entorno de manera elegante, refinada y delicada, genera admiración con su comportamiento integro, es sublime e irradia pureza.

El hombre desde que nace es enmarcado y delimitado en una estructura de comunidad patriarcal que, a pesar de
darle miles de beneficios y prioridades, lo restringe tácitamente de otros actos u oportunidades; experimentación con
la apariencia, demostración de afecto o sensibilidad y demás actos que llegan al punto de no dejarlo desarrollar una
identidad propia. A pesar de la existencia de este fenómeno, dentro de este espectro hegemónico tan acaparador y
masivo, está una fracción de personalidades masculinas que se encuentran en un tránsito o proceso de
emancipación donde se reflejan fisuras muy particulares al rol del hombre tradicional.

¿Qué pasa con nuestro cuerpo con una transgresión de limites?

Muchas cosas suceden internamente. Los dolores comienzan, creamos barreras invisibles hacia los demás y los sentimientos nos comen poco a poco.

La intimidad son esos momentos en los que se enfoca en uno mismo, se dividen en dos: los momentos de quietud como el ritual antes de dormir en la noche, la cama es el instante donde uno es el centro de sus pensamientos, lejos de los afanes del día, es un instante donde todo parece estar en cámara lenta.