Indelebles, visibles y permanentes; así son las cicatrices para los ojos de quienes las perciben, son la prueba del dolor vivido y el pasado sombrío; son vergüenza arraigada al cuerpo que llevan consigo una historia llena de tormento. Se pueden adquirir dos tipos de cicatrices, aquellas que son visibles para el ser humano y aquellas que residen en el fondo de ciertos individuos. A pesar del dolor que representan, la feminidad las ve como un proceso de sanación del alma y corazón. Son ambivalencia poética de un daño que antes existió, pero que ya sanó. Es así como la feminidad va cicatrizando esas heridas profundas, que se encuentran en lo más intimo del alma, para ir sanando aquellas heridas superficiales. Es la feminidad quien altera su mirada sobre el cáncer, para así percibir lo que normalmente se ve como un proceso triste, doloroso y mortífero, como algo inspirador y vivaz.